POR FARID KURY
Putin entregó la cabeza de Bashar el Asad en Siria, y con eso alteró el equilibrio de fuerza en el Medio Oriente a favor de Israel. No fue Israel quién pidió esa entrega. La pidió Donald Trump a cambio de ser un poco tolerante con los rusos en Ucrania.
Ahora, al parecer, Putin entregó a Trump la cabeza de otro aliado. Esta vez se trata de Nicolás Maduro. Me parece que en la cumbre de Alaska Trump y Putin hablaron de Venezuela, y a algo llegaron. A Putin le van a ceder algunas regiones en Ucrania, pero él ha tenido que ceder. Cedió en Siria, y ahora está cediendo en Venezuela. No es verdad que los gringos se iban a establecer frente a las costas de Venezuela, y decir que están allí para combatir el narcotráfico, y al mismo tiempo, acusar a Maduro de no ser un jefe de Estado, sino el jefe de una banda de narcotraficantes, sin haber, al menos, informado y buscado la benignidad de Putin.
¿Que pasará en Venezuela? No sé. Lo que sí se ve es que Trump y Putin ya se pusieron de acuerdo, y que Putin soltó en banda a un viejo aliado como Maduro. Ese es uno de los costos de la aventura rusa en Ucrania. Siria pagó los platos rotos en Ucrania, y ahora le toca a Venezuela. A Venezuela le va tocar resistir sola. Y eso no es fácil. Cualquier día amanecemos con un grupo militar venezolano sublevado y con Nicolás Maduro y Diosdado Cabello presos y llevados a los tribunales de los Estados Unidos. Putin, como los gringos, no tiene amigos, Tiene aliados circunstanciales, y como jefe de un imperio, cuando esos aliados no les sirven, o son estorbos para sus planes, los suelta en banda. Tan sencillo como eso.
Si eso llegase a suceder Maduro debe verse en el espejo de Noriega, y preferir, como Pablo Escobar, morir en Venezuela antes que ser humillado y desconsiderado en las cárceles norteamericanas. También debe verse en el espejo de Saddam Hussein.
Maduro tuvo la oportunidad de negociar con los gringos y con la oposición en las pasadas elecciones y pactar una retirada en orden. No lo hizo. Prefirió forzar el mingo e imponerse, fraudulentamente, a sangre y fuego, pero ahora lo van a retirar en completa desbandada.
los Estados Unidos. Putin, como los gringos, no tiene amigos, Tiene aliados circunstanciales, y como jefe de un imperio, cuando esos aliados no les sirven, o son estorbos para sus planes, los suelta en banda. Tan sencillo como eso.
Si eso llegase a suceder Maduro debe verse en el espejo de Noriega, y preferir, como Pablo Escobar, morir en Venezuela antes que ser humillado y desconsiderado en las cárceles norteamericanas. También debe verse en el espejo de Saddam Hussein.
Maduro tuvo la oportunidad de negociar con los gringos y con la oposición en las pasadas elecciones y pactar una retirada en orden. No lo hizo. Prefirió forzar el mingo e imponerse, fraudulentamente, a sangre y fuego, pero ahora lo van a retirar en completa desbandada.
Pobre de aquellos que defienden un imperio y satanizan a otro imperio. No hay un imperio bueno y uno malo. Hay imperios, y los imperios son despiadados. Los imperios no tienen amigos ni enemigos, solo tienen intereses y aliados, y los intereses y los aliados son circunstanciales. Cuando los aliados ya no les sirven o se convierten en un estorbo para sus intereses estratégicos, no los piensan dos veces para soltarlos en banda. Putin es el jefe de un imperio, y como tal actúa. A Bashar el Asad, viejo aliado en una zona muy conflictiva, lo soltó en banda. Ahora le tocó el turno a Nicolás Maduro.







