Denuncian un ecocidio ambiental con apoyo financiero internacional en Manzanillo

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CEBAMDER revela: En Manzanillo se comete un ecocidio ambiental con el apoyo financiero internacional

Muestran cómo ha barrido el ecosistema de Coccoloba uvifera, nuestra uva de playa, en el borde costero de Playa Estero Balsa.

Por Frank Valenzuela

Manzanillo, Montecristi.- El Centro Bahía de Manzanillo para el Desarrollo Regional (CEBAMDER), denunció una vez más que en la Bahía de Manzanillo se continúa cometiendo formalmente un ecocidio calculado que se ejecuta en un área sensible como lo es la histórica Bahía de Manzanillo, específicamente en la Playa Estero Balsa. Este litoral, un tesoro biológico dentro del área de amortiguamiento del Parque Nacional Manglares de Estero Balsa, está siendo sistemáticamente aniquilado y, en esta ocasión, revelamos la aniquilación completa de toda la extensión plantada de la Coccoloba uvifera, nuestra uva de playa, que existía en toda la zona que bordeaba a Playa Estero Balsa.

Frank Valenzuela, presidente de la organización ciudadana, destacó que la construcción de dos muelles para la descarga de gas por dos consorcios energéticos globales que se han instalado en la Bahía de Manzanillo está borrando de la faz de la tierra ecosistemas irremplazables. “Esto no es desarrollo; es una agresión premeditada contra la vida y nuestro futuro”, aseguró.

El Centro CEBAMDER aseguró que un seguimiento minucioso de lo que ha pasado durante tres años con plantaciones de uvas de playa reveló que han sido testigos directos de esta catástrofe y la han documentado sin descanso. “Lo que vemos es una herida abierta en el corazón de Manzanillo, una que sangra biodiversidad y sustento comunitario”, afirma con vehemencia. “Cada día de operación de estas compañías es una página más en la crónica de una muerte anunciada, una que el silencio cómplice del poder político y financiero permite que se escriba con total impunidad”.

Este crimen ambiental, además, lleva el sello de la incongruencia internacional, al ser financiado en parte por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una entidad que pregona la sostenibilidad está, en la práctica, patrocinando la destrucción de la misma base natural que dice proteger. Es una contradicción que clama al cielo y exige una rendición de cuentas inmediata ante la comunidad global, antes de que el daño sea absolutamente irreversible para la Bahía de Manzanillo y su gente.

2. De la Vida al Esqueleto: Crónica Visual de una Mata Asesinada en el Ecosistema Costero de Estero Balsa

La mata de uva de playa (Coccoloba uvifera) que florecía robusta en la costa de Estero Balsa era un emblema silencioso de la resistencia del ecosistema litoral. Con sus hojas anchas y racimos de frutos dulces, ofrecía sombra, alimento y estabilidad ecológica al borde del mar. Durante décadas, resistió huracanes, salitre y calor extremo. Pero no sobrevivió al desarrollo. Una fotografía muestra su esplendor; otra, su esqueleto. Lo que ocurrió en el medio no fue un accidente, sino el avance de un modelo extractivista que desprecia la vida costera.

El contraste visual entre ambas imágenes es demoledor. En la primera, la planta se alza vigorosa, su copa verde abrazando el paisaje arenoso del parque. En la segunda, sus ramas están secas, su estructura colapsada, sus raíces desgarradas y expuestas. El declive no ha sido natural ni progresivo. Coincide exactamente con la llegada de consorcios energéticos al litoral, con maquinaria abriendo zanjas a escasos metros de su base. Esta mata no es solo una víctima: es evidencia forense del impacto destructivo.

El Centro Bahía de Manzanillo para el Desarrollo Regional (CEBAMDER) documentó este proceso con precisión. Las fotografías fueron tomadas en diferentes etapas, desde hace tres años durante el inicio de la construcción de infraestructuras energéticas y muelles gasíferos financiados en parte por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Estas obras se desarrollan en la franja de amortiguamiento del Parque Manglares de Estero Balsa, una zona legalmente protegida por las leyes ambientales dominicanas. La destrucción avanza en silencio, bajo el amparo institucional.

La Coccoloba uvifera no es un arbusto cualquiera. Es una especie estructural, clave para la fijación de arena, el control de la erosión marina y el sostenimiento de hábitats para aves migratorias, reptiles y polinizadores. Su desaparición no solo afecta a la planta, sino que rompe el equilibrio del ecosistema costero. Provoca el retroceso de la línea de playa, la desintegración de las dunas y un colapso gradual de las redes de vida que dependen de su presencia.

Esta mata es símbolo y síntoma. Es el termómetro de un ecosistema frágil, empujado al borde por intereses industriales. Su muerte no es un hecho aislado; es una advertencia. Nos obliga a cuestionar qué modelo de desarrollo estamos aceptando, si para obtener energía barata hay que pagar el precio de asesinar la vida que ancla la tierra al mar. Porque cuando la uva de playa cae, el ecosistema entero comienza a morir.

3. Coccoloba uvifera: Perfil Científico de la Guardiana Costera que Asesinan

El Centro CEBAMDER explica que la Coccoloba uvifera es una obra maestra de la adaptación evolutiva y un pilar ecológico fundamental. Perteneciente a la familia Polygonaceae, esta especie nativa de América no es un simple arbusto ornamental, sino una ingeniera de ecosistemas. Es un ser vivo que activamente crea y protege su entorno, y sus características biológicas la convierten en un activo invaluable para la resiliencia de nuestras playas frente a la crisis climática y la erosión constante.

Morfológicamente, la planta es una fortaleza. Sus hojas grandes, redondas y coriáceas minimizan la pérdida de agua y resisten la quemadura del salitre. Su porte, que varía de arbusto denso a árbol de hasta 8 metros, crea una barrera natural que disipa la fuerza de los vientos huracanados y las marejadas ciclónicas. Su robusto y extenso sistema de raíces superficiales es la red que teje la arena, fijando las dunas y previniendo su colapso, un servicio ecológico de un valor incalculable.

En su ciclo de vida, que puede superar los 50 años en un hábitat estable, la uva de playa es un centro de biodiversidad. Sus racimos de frutos púrpuras son una fuente de alimento crucial para decenas de especies de aves, reptiles y mamíferos, incluyendo especies migratorias. Al destruir estas plantas, no solo se mata a un individuo, sino que se rompe una cadena trófica completa, condenando al hambre y al desplazamiento a la fauna local que depende de ella para su supervivencia.

Por tanto, la eliminación de las históricas plantaciones que bordeaban la totalidad de la Playa Estero Balsa es un acto de suma ignorancia y brutalidad. Se está despojando a la costa de su principal mecanismo de defensa natural, dejando a nuestras comunidades y a los ecosistemas de manglares adyacentes completamente expuestos. La agonía de la uva de playa es el presagio de nuestra propia vulnerabilidad, una que los consorcios, en su afán de lucro, han decidido ignorar.

4. La Maquinaria de la Devastación: Impactos Físicos, Químicos y Biológicos

El deterioro acelerado de la Coccoloba uvifera es el resultado directo de un asalto multifactorial. Primero, la alteración física del suelo: el paso incesante de maquinaria pesada para la construcción de los muelles ha compactado la arena. Este proceso reduce drásticamente la porosidad del sustrato, impidiendo la oxigenación y la infiltración de agua, lo que literalmente asfixia el sistema radicular de las plantas. A esto se suma el daño mecánico directo, con fracturas en troncos y raíces que son puertas de entrada para patógenos.

En segundo lugar, la alteración de la dinámica costera ha sido catastrófica. Las estructuras de los muelles actúan como barreras artificiales que interrumpen el flujo natural de sedimentos. Esto provoca un doble efecto letal: por un lado, la playa deja de recibir el aporte de arena necesario para su regeneración, acelerando la erosión; por otro, se crean zonas de acumulación de agua salina que aumentan la salinidad del suelo a niveles intolerables incluso para una especie halófita como la uva de playa.

Tercero, la contaminación química es una sentencia de muerte invisible. Los derrames de combustibles, aceites, pinturas y otros químicos utilizados en la construcción se filtran en el permeable suelo arenoso. Estas sustancias tóxicas envenenan las raíces, alteran el pH del suelo y bloquean la absorción de nutrientes esenciales, induciendo un estrés fisiológico que se manifiesta en la defoliación y la muerte de la planta. A esto se suma la contaminación lumínica y acústica, que ahuyenta a los polinizadores nocturnos.

Finalmente, la pérdida del microclima protector ha sido el golpe de gracia. La remoción de la vegetación circundante ha expuesto a los ejemplares restantes de uva de playa a una radiación solar más intensa y a ráfagas de viento más fuertes. Estas condiciones extremas causan una severa deshidratación y daño foliar, debilitando a las plantas hasta el punto de no poder recuperarse. El deterioro visible en menos de dos años no es un misterio, es la crónica de un asesinato ecológico a cámara lenta.

5. La Perversión Ambiental: Destruir Primero, “Estudiar” Después

La estrategia de los consorcios energéticos, ejecutada bajo el manto de silencio del BID, representa una de las mayores perversiones de la legislación ambiental. Invirtiendo la lógica del principio precautorio, las empresas primero arrasaron con el ecosistema. Desplegaron su maquinaria, removieron la vegetación, alteraron la topografía costera y solo después, sobre un paisaje ya herido de muerte, procedieron a encargar los llamados “estudios de impacto ambiental”, una práctica inadmisible y fraudulenta.

“Esta metodología es una aberración científica y legal”, denuncia con firmeza Frank Valenzuela. “Un estudio de impacto ambiental se realiza para PREVENIR el daño, no para justificarlo a posteriori. Al destruir primero, la línea base del estudio se establece sobre un ecosistema ya degradado, lo que permite minimizar artificialmente la apariencia del impacto real. Es una estafa intelectual diseñada para obtener una licencia para contaminar y destruir con una falsa apariencia de legalidad”.

El rol del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en este esquema es inexcusable. Como financista, el BID tiene la obligación fiduciaria y ética de asegurar que sus proyectos cumplan con las más altas salvaguardas ambientales. Al permitir que este proyecto avanzara con una metodología tan evidentemente fraudulenta, el BID se convierte en cómplice activo del ecocidio. Su silencio no es neutralidad; es una toma de partido a favor del capital y en contra del medio ambiente y de las comunidades.

Este precedente es nefasto para toda la República Dominicana y el Caribe. Abre la puerta para que cualquier corporación global pueda replicar el modelo: llegar a un territorio, destruirlo impunemente y luego contratar consultores a sueldo para que elaboren informes que legitimen el crimen ya cometido. Desde CEBAMDER, exigimos que esta práctica sea investigada y sancionada como lo que es: un fraude ambiental que socava los cimientos del derecho ambiental internacional.

6. Efecto Dominó: El Colapso de las Comunidades tras la Muerte del Ecosistema

La destrucción de la uva de playa y la Playa Estero Balsa es solo la primera ficha de un dominó que cae sobre toda la estructura social y económica de Manzanillo. Los pescadores artesanales, cuyas vidas dependen del mar, son las primeras víctimas. La aniquilación de todo el frente de la Bahía y, con ello, la de los manglares, que funcionan como salas de cría y refugio para larvas y peces juveniles, junto a la contaminación de las aguas, ha significado el colapso de las pesquerías locales, sumiendo a cientos de familias en la precariedad y la desesperanza.

Junto a los hombres y mujeres del mar, los productores de tierra adentro también enfrentan la extinción. Los criadores de ovinos y caprinos han visto sus áreas de pastoreo tradicionales reducidas y contaminadas. Los apicultores, que producían la cotizada y única miel de mangle rojo, han perdido sus colmenas por la deforestación. Estas actividades, que representaban un modelo de vida sostenible y arraigado en el territorio, están siendo borradas del mapa por un modelo industrial que no deja espacio para nada ni nadie.

La comunidad ecoturística, que con gran esfuerzo comenzaba a posicionar a Manzanillo como un destino de naturaleza virgen, ha sido apuñalada por la espalda. El sueño de un desarrollo basado en la belleza escénica, la observación de aves y la experiencia de los manglares se ha evaporado. ¿Quién viajará para ver muelles de gas, aguas turbias y playas erosionadas? Se ha sacrificado un futuro económico sostenible y diversificado en el altar de un megaproyecto de enclave con beneficios para pocos.

Como advierte Frank Valenzuela, este colapso socioeconómico no es una sorpresa, sino el resultado inevitable del desprecio por la base natural que nos sustenta. “Cuando se mata al arrecife, al manglar y a la uva de playa, se está matando el banco, el supermercado y la farmacia de la gente”, sentencia. El supuesto “progreso” de los consorcios se traduce en la ruina de las economías locales, en un empobrecimiento masivo y en la destrucción del tejido social de Manzanillo.

7. Villa Raif: Desarraigo y Amenaza sobre un Bastión Histórico

La agresión de los consorcios energéticos no se detiene en la línea de la costa; avanza tierra adentro para atacar el corazón cultural de Manzanillo. El barrio de Villa Raif, una comunidad histórica y resiliente, cuna de generaciones de Manzanilleros, ahora vive bajo la amenaza constante del desalojo. Se argumenta la necesidad de espacio para infraestructuras de soporte y zonas de seguridad de los proyectos que se anuncian, un pretexto para ejecutar un desplazamiento forzoso que rompería el alma de nuestra comunidad.

Villa Raif no es un simple asentamiento; es un archivo vivo de la memoria histórica y cultural de la región. Sus calles, sus casas y, sobre todo, su gente, son depositarios de un saber ancestral sobre el mar y la costa. Desalojar a estas familias no solo es una violación de su derecho a una vivienda digna, es un acto de memoricidio: es borrar del mapa un modo de vida, una identidad y una red de lazos comunitarios que ha sobrevivido por décadas a todas las adversidades.

Desde CEBAMDER, denunciamos este plan de desalojo como una flagrante violación de los derechos humanos. Es la manifestación más cruel de la injusticia ambiental y social, donde las comunidades más vulnerables son las que pagan el precio más alto del supuesto “desarrollo”. Estas familias no son un obstáculo; son los legítimos habitantes de un territorio que ahora es codiciado por intereses corporativos globales que actúan con la venia de un Estado que debería proteger a sus ciudadanos, no expulsarlos.

La defensa de Villa Raif y la defensa de la Bahía de Manzanillo son una sola y misma lucha. No se puede proteger el ecosistema sin proteger a la comunidad que vive en él y de él. Por ello, exigimos el cese inmediato de cualquier plan de desalojo y el pleno reconocimiento de los derechos territoriales de los habitantes de Villa Raif. El verdadero desarrollo debe fortalecer a las comunidades, no desterrarlas para tender gasoductos.


8. Ministerio de Medio Ambiente: La Complicidad de una Ausencia Calculada

En este escenario de devastación, la postura del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la República Dominicana ha sido una de alarmante pasividad. La institución creada para ser la máxima autoridad y defensora de nuestro patrimonio natural ha optado por un silencio ensordecedor que, en la práctica, funciona como un aval para las acciones ilegales de los consorcios. Su inacción ante las pruebas contundentes del ecocidio en un área protegida es una traición a su mandato constitucional.

El Ministerio no puede alegar ignorancia. CEBAMDER, junto a otras organizaciones, ha sometido múltiples denuncias formales, con pruebas fotográficas, testimonios y análisis técnicos, detallando las violaciones a la Ley 64-00. La respuesta ha sido el silencio administrativo, la evasión y la falta de una fiscalización rigurosa en el terreno. Se ha permitido que la destrucción de la Playa Estero Balsa, área de amortiguamiento de un Parque Nacional, continúe a plena luz del día sin consecuencias.

“La pregunta que todo Manzanillo se hace es: ¿a quién responde el Ministerio de Medio Ambiente?”, cuestiona Frank Valenzuela. “¿Responde a los intereses del pueblo dominicano y a la preservación de la vida para las futuras generaciones, o responde a las presiones de las corporaciones globales que actúan sin compasión en nombre del lucro?”. La ausencia de sanciones, de clausuras y de una defensa firme del patrimonio público sugiere una alarmante captura corporativa de la institucionalidad ambiental del país.

Exigimos una interpelación pública y una investigación independiente sobre el rol del Ministerio en este caso. Es imperativo determinar por qué se otorgaron permisos en un área protegida, por qué no se detuvieron las obras ante la evidencia de destrucción y por qué se ha ignorado el clamor de las comunidades. Un Ministerio de Medio Ambiente que no protege, sino que permite la devastación, se convierte en una amenaza para la seguridad nacional y ecológica del país.

9. Un Llamado Final desde la Bahía: Detener el Desarrollo que nos Mata

Este reportaje es la voz de un ecosistema que agoniza y de un pueblo que se niega a morir en silencio. Desde el Centro Bahía de Manzanillo para el Desarrollo Regional, declaramos que el modelo de desarrollo que se está imponiendo en nuestra bahía es una farsa letal. Es un proyecto de enclave que externaliza sus costos ambientales y sociales sobre nosotros, mientras privatiza sus beneficios. Es un modelo que mata la uva de playa, los corales, los peces y los medios de vida de nuestra gente.

Hacemos un llamado urgente y desesperado a la comunidad internacional, a los medios de comunicación globales, a las organizaciones de derechos humanos y a cada ciudadano consciente del planeta. Pongan sus ojos en Manzanillo. No permitan que este ecocidio quede impune, no dejen que la narrativa corporativa del “progreso” oculte la cruda realidad de la devastación. Ayúdennos a que el mundo sepa que en este rincón del Caribe se está librando una batalla desigual por la vida misma.

Al Estado dominicano, le exigimos acciones, no más promesas. Demandamos una moratoria inmediata y total de estas obras, la realización de una auditoría ambiental independiente y la cancelación definitiva de los permisos otorgados ilegalmente. Exigimos que se elabore un plan de restauración ecológica y social para la Bahía de Manzanillo, financiado íntegramente por los consorcios que causaron el daño, como un primer paso hacia la justicia ambiental.

A nuestra valiente comunidad de Manzanillo y a nuestros aliados, les decimos: la lucha continúa. Como bien dice nuestro presidente, Frank Valenzuela, “nos han robado los árboles y los peces, pero no nos robarán la dignidad ni la esperanza”. Seguiremos defendiendo cada metro de playa, cada raíz de manglar y cada hogar. La batalla por la Bahía de Manzanillo es una batalla por el futuro de la República Dominicana, un futuro donde el desarrollo respete la vida.

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