Nelson Carrasco: el valor de la actitud
El bachatero Nelson Carrasco, nacido y criado en la entonces sección de Mata Palacio, del municipio Hato Mayor del Rey, fue contratado para tocar una fiesta en una barra muy popular de aquellos tiempos en un reconocido batey del mismo municipio. Era a principios de los noventa. El bachatero estaba pegado, y su contratación era en el marco del desarrollo de las fiestas patronales de batey Jalonga, las cuales se daban muy buenas. Todas las zonas aledañas se concentraban en el batey para disfrutar, y muchos dominicanos ausentes residentes en el extranjero, regresaban para esa fecha para disfrutar de aquellas festividades.
La fiesta prometía ser muy buena. Pero dos o tres horas antes de su inicio, el cielo se nubló y empezó a llover a cántaro, como hacía tiempo no llovía. Fue una lluvia cerrada de más de dos horas que convirtió el batey en un solo bache y en un tremendo lodazal. Las zonas aledañas también.
La fiesta estaba supuesta a empezar a las 9:00 de la noche. El bachatero llegó minutos antes, pero a esa hora seguía lloviendo, aunque no con la intensidad de cuando empezó. La señora que lo contrató, doña Luz Cueto, preocupada por la imprevista e inoportuna lluvia, recibió a Nelson con cara de mucha preocupación. Después de los saludos no lo dejó ni sentarse. Inmediatamente le dijo:
«Bueno hermano, esto se ha complicado. Tú estás viendo el agua que ha caído y sigue cayendo. Prácticamente esta fiesta está suspendida. Con ese viaje de agua la gente no sale de sus casas ni para el colmado, menos para una fiesta. Esto ha sido un fracaso. Lo que le voy a pedir es que tú seas consciente conmigo y me cobre menos para así yo no perderlo todo. Claro, eso es si tú quieres y puedes porque yo sé que a mí me corresponde pagar todo. Sé que no tienes que ver con eso, pero mira a ver que me puedes rebajar y paremos esta fiesta».
La doña, una mujer emprendedora que trataba de echar su negocio hacia delante, siguió hablando, invocando con humildad y prudencia sus razones, tratando de convencer a Nelson de que la considerara.
El bachatero solo escuchaba, pero de repente la interrumpió y le dijo:
«Mire mi doña, cuando yo salgo de mi casa a tocar, es a tocar. Yo voy a tocar esta fiesta con agua y sin agua, y aunque no haya una sola persona. Y usted, no se preocupe por el pago, que yo salí a tocar y voy a tocar…:
La señora se quedó atónita, como pensando ¿Y será que este hombre está loco? No hallaba que hacer ni decir frente a la firme postura del bachatero. Quiso convencerlo de nuevo, pero el hombre no entraba en razones. Le dijo que él no conocía a la gente de los bateyes, que con esa agua se encuevan y no salen.
Doña Luz siguió hablando y argumentando, sin que el bachatero le prestara oídos. Solo le dijo: «mi doña, yo voy a tocar. No tienes que pagar nada. Yo salí a tocar y voy a tocar.» Y sin pensarlo mucho les dijo a sus músicos: «muchachos vamos arriba, que vamos a iniciar la fiesta». Así, con todo y el agua subió con sus muchachos a la tarima, y luego de una rutina preparatoria, y ante la incrédula mujer, el bachatero empezó a tocar.
Ya para ese momento el agua había disminuido bastante. Prácticamente había desaparecido. El bachatero agarró su guitarra y arrancó a tocar. En ese momento solo habían presentes dos o tres parroquianos, que intrigados se detuvieron a ver cuál sería el desenlace final.
El hombre inició con esta bachata que estaba muy pegada:
“En cuestiones de mujeres nunca he tenido problemas, en cuestiones de mujeres nunca he tenido problemas,
porque me gustan las rubias, también me gustan las negras, me gustan las jovencitas
y también me gustan las viejas, porque para un viaje corto cualquier caballito llega,
es que para un viaje corto cualquier caballito llegaaa.
Me dicen el hombre alegre, siempre vivo enamorado,
pero cuando me enamoro no niego que soy casado,
porque mi mujer me acepta las cositas que yo hago,
y es que mi mujer me apoya las cositas que yo hagoo».
El hombre estaba poseído por el canto y por su guitarra. De repente la gente empezó a salir de sus casas. Pasada media hora había ya unas cuantas personas y al cabo de dos horas no cabía un mandado. Como por arte de magia, cuando la gente escuchó su música empezaron a salir hasta de abajo de los palos. La gente empezó a llegar de todas las zonas cercanas. La fiesta se calentó y se fue a más. Aunque usted no lo crea, ya no había donde sentarse, se acabaron las sillas. Hallar una silla era un privilegio que muchos deseaban.
Al final, fue una de las mejores fiestas en ese batey. Nelson cantó toda la noche y la gente bailaron y bebieron y gozaron hasta la madrugada. Doña Luz, que al principio estaba muy preocupada, terminó feliz. Y pagó todo el dinero del contrato al bachatero y se ganó su parte. El bachatero, como a las tres de la madrugada terminó la fiesta, recogió sus instrumentos y con todo su dinero se marchó. En el camino les dijo a sus músicos: «aprendan, que yo no nací para semilla». Efectivamente, pocos años después murió de un infarto fulminante en Nueva York, cercenando así una carrera musical que estaba llamada a ser muy exitosa. De aquella fiesta dejó un legado que aún hoy nos sigue enseñando el valor de la actitud y el resultado de la perseverancia.