POR MANUEL ANTONIO VEGA
FOTOS/ JUAN SANGIOVANNI
SABANA DE LA MAR.- Si hay una actividad que hace sentir orgullosos a los turistas nacionales y extranjeros es poder conocer y disfrutar de las majestuosas vistas que ofrecen las playas en todo el litoral costero de la zona Este del país.
Pero conocer a Punta Arena, única playa con dos frentes costeros con vista al Este y al Oeste del parque Nacional Los Haitises y en medio de las bahías San Lorenzo y la de Samaná, es conocer el clima ideal para el disfrute todo el año.
Es un lugar escondido, donde el visitante puede, además de disfrutar de sus cristalinas aguas, saborear la rica gastronomía que se sirve en el lugar.
Es más reconocida por su brisa y belleza tropical, así como por sus hermosos atardeceres y espectaculares noches de luna llena.
Esta playa es ideal para los amantes de la vida marina y el avistamiento de aves endémicas y migratorias que anidan en la zona y que marean la vista en sus zigzagueos diurnos.
Este arenal con cocoteros y mangles está localizado en latitud: 19.0938 Longitud: -69.4789
Es un punto intermedio entre Samaná y Sabana de la Mar, cuya belleza no tiene comparación en otra parte del país.
Desde allí se puede zarpar para ver las ballenas jorobadas y visitar el bosque húmedo en Los Haitises.
Fue escenario para el filme “La Española” en la década de 1990.
Punta Arena, con altos cocoteros y manglares está localizado en la costa de Sabana de la Mar, frente a la bahía Samaná, pero para llegar hay que hacerlo embarcándose o en helicóptero.
Hacerlo por agua desde Sabana de la Mar permite cruzar en botes o catamaranes por un túnel de mangles que cubre el río Caño Hondo, que se abre a la bahía San Lorenzo a dos kilómetros de distancia.
Los pequeños pero atractivos restaurantes, en cobija de pencas de palma real, dan un aspecto campechano al lugar.
La comida que se sirve tiene como materia prima, generalmente productos marinos como pescados, langostas, cangrejos, siempre acompañado de arroz con coco y jugo con frutos tropicales, producidos en la zona.
Es un lugar no solo para disfrutar del baño, sino del sol, las sombras de los cocoteros y de una agua totalmente cristalina.
Se considera la única zona del país con esa particularidad, que permite disfrutar de las caras en sus dos playas espectaculares, de arena dorada, perfecta para un pasadía familiar y disfrutar de deportes acuáticos o actividades como ‘snorqueling’ y buceo, así como a descubrir su historia y paisajes que guardan tesoros naturales e históricos, que otras zonas del país no poseen.
Frente al arenal que pone la vista a la zona boscosa de Los Haitises, se hundió un barco, escenario que es tomado por los turistas para bucear y correr tras los delfines que en parejas hacen acrobacias en la bahía San Lorenzo.
La playa debe tener más de un kilómetro de extensión, con amplio estacionamiento para los turistas.
Es un lugar fascinante para visitar y de donde se puede zarpar y observar un sinnúmero de puntos de interés dirigidos principalmente al turismo ecológico, por estar frente a la zona boscosa de Los Haitises y ente dos bahías.
En la explanada oeste del hermoso arenal se encuentran los gazebos que hacen la vez de restaurantes, donde se presentan los turistas llevados por tours operadores, a disfrutar tragos de coco loco, una exquisita bebida, preparado con agua de coco y alcohol, decorado con piña y limón.
Fauna y flora
Los mangles de Punta Arena, es un refugio de vidas silvestres, donde anidan aves nativas y migratorias, como son: pelícanos y tijeretas, gaviotas de mar. Además, abundan los manatíes y cohabitan delfines blanco y gris.
un niño en la yola
La peligrosa ruta dominicana hacia un sueño roto
¿Qué pasa por la cabeza de una madre o un padre para subir a su hijo de siete años en una yola rumbo a Puerto Rico?
Es un viaje clandestino, en plena madrugada, en una embarcación de fabricación artesanal, sin chalecos salvavidas, sin garantías de llegar a destino o de regresar a salvo.
Una yola llena de hombres y mujeres. Alguno, tal vez, perseguido por la justicia dominicana, armado y con drogas.
La yola no llegó lejos. Naufragó frente a Playa Juanillo. Ocho muertos y contando. Supuestamente más de 40 personas abordaron la lancha; entre ellos, el niño. Si las cifras son ciertas, mientras se escriben estas líneas hay decenas de cuerpos boyando cerca de las costas dominicanas que no serán despedidos dignamente por sus familiares.
Lo último que supieron los sobrevivientes fue que el pequeño viajaba con familiares y que, cuando todo se hundió, lo perdieron de vista.
¿Qué desesperación empuja a una familia a tomar esa decisión? ¿Qué tragedia personal lleva a poner en riesgo la vida de un niño de esa manera? Hambre, desempleo, una deuda impagable, un familiar perseguido, el miedo de seguir viviendo aquí o una enfermedad mental.
Puerto Rico, además, no es precisamente un refugio amigable. El presidente de Estados Unidos ordenó endurecer la política contra los inmigrantes pobres e ilegales. Aun así, la familia de este niño prefirió intentarlo. Salir de la miseria de su país, para vivir huyendo en otro.
Sabemos poco de los detalles íntimos de esta familia. No sabemos su nombre ni conocemos su historia completa.
A pesar de ello, hay un fallo social. Porque en algún punto, entre el dolor y la desesperación, alguien pensó que subirse a una lancha precaria, con altas probabilidades de morir, era mejor opción que vivir en República Dominicana y echar el pleito.