POR FARID KURY
Ell día que ajusticiaron a Rafael Leónidas Trujillo Molina fue un día como cualquier otro. En realidad, no era el día previsto para efectuar tan delicada y comprometedora acción llamada a dividir nuestra historia en antes y después. Aquel histórico día era martes, y El Jefe no viajaba los martes a Hacienda Fundación, en San Cristóbal. El Grupo que iba a ejecutar esa acción, encabezado por Antonio de La Maza, Salvador Estrella Sahdalá y Antonio Imbert Barreras, sabían eso, y por esa razón pretendían volver a la rutina de acechanza de los movimientos del dictador el miércoles o el jueves.
Pero la casualidad, que al decir de Carlos Marx, es una categoría histórica, quiso que aquel día fuese el último del tirano, que llevaba nada menos que 31 años tiranizando la República Dominicana.
Poco después del mediodía Trujillo, por una razón que no se ha establecido con claridad, cambió de idea, decidiendo ir en la noche a San Cristóbal. Unos dicen que fue para verse con una de sus tantas amantes, aunque otros niegan esa versión. El hecho es que independientemente del motivo, ese cambio repentino se combinó con otra casualidad, en la que tuvo que ver el teniente Amado García Guerrero, un romanense que sentía un odio especial por Trujillo. La razón de ese resentimiento, según muchos historiadores, se debía a que el régimen le prohibió casarse con su novia Luisa Gil, alegando que su hermano René Gil era contrario a Trujillo, y que un miembro del cuerpo de ayudantes militares del Jefe no podía ligarse a un familiar desafecta al régimen.
Este era un hombre humilde del pueblo que había ingresado al Cuerpo de Ayudantes del tirano, pero también era un miembro del Grupo de Acción que planificaba ejecutar a Trujillo. Había sido convencido meses atrás y llevado ahí por Salvador Estrella Sahdalá, uno de los principales conjurados. Su misión, además de participar en la ejecución directa del plan, era percatarse de si el Jefe iba a San Cristóbal para avisar al grupo y estos prepararse para la ejecución. Ese día, martes 30 de mayo, el teniente estaba de asueto, y por tanto, no estaba llamado a darse cuenta de los movimientos de Trujillo.
Ocurrió, sin embargo, un hecho que lo cambió todo. Fue que el teniente, que había pasado gran parte del día en la casa de Salvador Estrella Sahdalá, decidió de repente ir por la tarde al recinto militar del Cuerpo de Ayudantes donde tenía una habitación. Al llegar, de inmediato, se percató de los movimientos que usualmente se provocaban cuando Trujillo decidía salir fuera de la ciudad. Para comprobar el hecho indagó con su compañero de habitación, y éste le confirmó que El Jefe iba a salir en la noche a San Cristóbal. Y además, que iba a viajar sólo con su chofer. Tremenda información que iba a sellar el destino del tirano y también del teniente.
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Aunque Amado García sabía muy bien que a Trujillo no le gustaba viajar los martes, ante esa evidencia no lo pensó dos veces, para salir rápido del recinto y avisar al llamado Grupo de Acción. Llegó a la casa de Salvador Estrella Sahdalá, quién estaba conversando en ese momento con Antonio Imbert Barrera muy ajenos al complot. Al comunicarles la nueva información, estos quedaron completamente anonadados y paralizados. Pero Amado García les aseguró que la información era fiable. El hombre, definitivamente, aseguró Amado García, iba esa noche para San Cristóbal. Eran casi las siete de la noche. De inmediato avisaron a quienes pudieron avisar. No pudieron avisar a todos, porque algunos estaban en el interior del país y ya a esa hora les era imposible localizarlos, y aun cuando los localizaran era muy difícil estar a tiempo. Todo fue muy rápido. Pero pudieron reunir un grupo de siete hombres, con suficientes armas, dispuestos a liberar este país de las garras del tirano y casarse con la gloria.
A eso de las ocho y treinta de la noche el grupo ya estaba en la avenida, en la que hoy es la autopista 30 de mayo, adonde se habían trasladado en tres vehículos, y se apostaron en tres puntos diferentes. Alrededor de las diez divisaron el carro de Trujillo y se dieron cuenta que había llegado la hora de ajustar cuentas, y de entrar en la historia por la puerta grande. Así lo hicieron, sin titubeos le cayeron atrás al carro, lo interceptaron entre fuego cruzado y lo acribillaron a balazos, con lo cual terminó la oprobiosa era de terror de 31 años.
Los siete que estuvieron en la avenida y participaron directamente en la ejecución de El Jefe fueron: Antonio Imbert Barreras, Antonio de la Maza, Salvador Estrella Sahdalá y Amado García Guerrero. Estos cuatro iban en el primer carro, que era conducido por Imbert, y fue el carro que empezó la persecución al carro de Trujillo. El primer tiro salió de ese carro y lo disparó Antonio de la Maza de una escopeta hiriendo a El Jefe. Cuando quiso disparar el segundo tiro se le encasquilló. En el segundo carro, que estaba más adelante, iban Huascar Tejeda y Pedro Livio Cedeño. Roberto Pastoriza iba solo en el tercer carro, y éste estaba mucho más adelante. Ese carro era propiedad de Salvador Estrella Sahdalá, y se quedó en el lugar de los hechos.También a Antonio de la Maza se le cayó su pistola, ya muerto Trujillo, quedándose en la autopista, y por esas dos circunstancias les fue muy fácil al SIM saber los autores de aquel glorioso hecho.
Así, en más o menos diez minutos, fue ejecutado Rafael Leónidas Trujillo, y con su ejecución terminó su dictadura. Años después el profesor Juan Bosch, dejó por escrito el respeto que sentía por el teniente Amado García. Lo hizo en su libro Crisis de la democracia en América Latina, donde entre otras cosas, se puede leer estas categóricas líneas: «Sin Amado García Guerrero hubiera sido muy difícil, casi imposible de matar a Trujillo, pues era él quien conocía los movimientos de Trujillo y el encargado de comunicárselo a los complotados».
Así de caprichosa es a veces la historia. El teniente, que por una casualidad fue aquella tarde al Cuerpo de Ayudantes, y por esa casualidad se enteró del cambio de planes de Trujillo, estuvo en el momento y el lugar indicado, y sobre todo, se comportó como un hombre de valor, y por ese comportamiento entró a la historia dominicana por la puerta grande.







